Parroquia
San Miguel Arcángel
Seguinos:
Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, subió aparte con ellos solos a un monte alto, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
«Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo».
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos.
Palabra de Dios.
“Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo” (Papa Francisco).
Jesús se transfiguró delante de ellos.
Algo muy grande está en juego cuando Jesús toma la iniciativa y lleva a tres amigos a un monte alto para vivir una experiencia fuerte de oración. En los discípulos estamos nosotros. ¡Cuánto nos ama Jesús! ¡Qué buen compañero de camino es! ¡Cómo fascina! Sabe que nos hace falta un encuentro transfigurador para conocerle de verdad –su misterio es demasiado grande para nosotros- y nos propone una cita en el silencio y la soledad. Si no nos descalzamos de nuestra mentalidad, no vemos lo nuevo de Dios. Al mirar a Jesús, a quien la belleza y alegría del Padre le salen por todos los poros de su cuerpo, las dudas y resistencias de nuestro corazón quedan vencidas por su luz. ‘De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura’ (Santa Teresa, Vida 37,4). Jesús, muéstranos tu misterio, para que podamos abrazar tu cruz.
Equipo CIPE