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San Miguel Arcángel

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Cierta vez un ángel

Cierta vez un ángel, que esperaba sentado en el banco de suplentes, oyó la voz de Dios que lo llamaba.

-Ildemar, ángel mío… ¿Me oís?

El ángel pegó un salto, se acomodó las alas, y se presentó ante el Padre del cielo.

Entonces Dios dijo:

-Vení acá, mi lindo. Te tengo preparada una misión.

-A mi juego me llamaste.

Dios explicó su plan:

-Resulta que allá abajo hay tres viejecitos que son amigos. Cada noche se reúnen en la capilla del pueblo, y después de jugar a la escoba de quince rezan que es una delicia.

-¿Y qué querés que haga, mi señor? -preguntó el ángel Ildemar.

-Quiero que les lleves estas virtudes de regalo. A cada uno le darás las tres principales, porque quiero saber qué harán con ellas. Para ello, harás como te voy a indicar: Bss… bsss… bsss…

(Acá el Señor Dios secreteó el resto de su plan en la oreja de Ildemar porque, como todos saben pero pocos recuerdan, los planes de Dios siempre son un misterio: parecen una cosa y resultan otra).

Al final, Tata Dios bendijo a su mensajero, y de una palmada en las alas lo mando a la Tierra. Ildemar cargó en su bolsa las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, y vestido de croto bajó hasta el lugar donde los tres viejitos jugaban a la escoba y golpeó a la puerta.

-Quién será a esta hora… -protestó uno de ellos- Justo ahora, que estaba por levantar el siete de oros ¡Qué mala suerte! ¡Ya va…!

Y al abrir, encontró la cara sonriente de un linyera.

-Güenas y santas… -dijo el croto.

-Santas y güenas… -contestó el viejecito-. ¿Qué te trae por acá, a estas horas? Mirá que ésta no es casa de ricos. Esta es la capilla del pueblo…

Como lo tenía previsto, Ildemar explicó que sólo pretendía pasar la noche bajo techo y, de ser posible, con el estómago ocupado.

Enseguida los viejos encendieron un brasero, calentaron agua, ensillaron mate y cortaron galleta, bondiola y queso de chacra.

Mientras Ildemar comía, los viejos empezaron a preguntar:

-Y si se puede saber, ¿de dónde venís?

-De donde el diablo perdió el poncho -contestó el peregrino-, sin faltar a la verdad.

-¿Y es lindo el pago de donde venís? -volvieron a preguntarle.

Ildemar contestó:

-Es… otro mundo… -con lo cual, tampoco faltó a la verdad.

Esa noche, el ángel y los viejecitos conversaron hasta que cantaron los gallos. Antes de irse, Ildemar anunció:

-Bueno… todo está muy lindo, pero yo tengo que seguir…

-¿Y adónde vas ahora?

-Adonde Dios quiera… -dijo el ángel, sin mentir ni un chiquito. Y metió la mano en su bolsa:

-Quiero dejarles algo de recuerdo por esta noche, como prenda de mi agradecimiento.

Entonces Ildemar dio a cada uno tres virtudes. Saludó y se fue.

Apenas se presentó en el cielo, Tata Dios lo mandó a llamar.

-Contame cómo te fue…

-El primero de los viejos recibió las virtudes, y al verlas consideró que eran monedas de oro. Dijo: “Ya mismo las llevaré al banco para hacer un buen negocio…”.

Entonces Dios dijo:

-Ese es un materialista, un hombre práctico.

-El segundo recibió las virtudes y, al verlas, consideró que eran palabras hermosas.Dijo: “Con ellas voy a escribir hermosos discursos, libros y hasta sermones…”.

Entonces Dios dijo:

-Ese es un idealista… pura espuma, como el chajá… ¿y el tercero? Ese me pareció el más loco de los tres. Apenas recibió las virtudes, consideró que eran granos de trigo. Me dijo: “Esta mañana mismo los sembraré y esperaré hasta la cosecha…”.

Entonces Dios consideró:

-Ese es el santo.

Carlos Durán, Ed. Didascalia
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