Parroquia
San Miguel Arcángel
Seguinos:
La palabra obispo significa el que mira y discierne todo en la iglesia local, es el Padre de la comunidad toda, confirma la fe y alienta con su ministerio la pureza de doctrina y el don de la unidad en la caridad. Además de las tareas de los grados anteriores (diaconado y sacerdocio), nos vincula con el Santo Padre en Roma asegurando la catolicidad. Consagra a los diáconos y Sacerdotes, Consagra a los discípulos en la confirmación, Consagra los aceites del Santo Crisma, catecumenal y de los enfermos.
Ordena según los carismas la vida de la iglesia diocesana y provee los sacerdotes en los diversos ministerios y servicios.
Además de lo que hace el diácono, preside una comunidad, es padre de la misma, preside la Eucaristía, consagra la Eucarística, absuelve los pecados, bautiza, preside las bodas, preside el sacramento de la Unción de los enfermos.
Diácono significa servidor: es el administrador de una comunidad, sirve en la caridad, predica el Evangelio, distribuye la Sagrada Eucaristía, celebra bautismos, bodas y exequias.
Se llaman grados del Sacramento del Orden Sagrado al proceso progresivo de consagración en el misterio sacerdotal. Estos grados se complementan y suponen uno al otro. Son tres servicios del único sacerdocio de Jesucristo que Él mismo quiso comunicar a los apóstoles para perpetuar su misión en el mundo.
Presentamos los grados en orden temporal para su mejor entendimiento:
Primer grado: Consagración de Diácono (puede ser permanente o transitorio en camino al sacerdocio presbiteral).
Segundo grado: Sacerdocio Presbiteral (presbítero significa anciano). Es la Consagración que te permite asumir la triple acción sacerdotal de Jesús: Ministerio de la Palabra, Ministerio de la santificación y ministerio del Pastoreo.
Tercer grado: Consagración Episcopal. De entre los presbíteros se elige a uno para brindarle la plenitud del sacramento convirtiéndolo en sucesor de los apóstoles y responsable de una Iglesia local o diocesana.
Haber completado la iniciación cristiana. Tener vida de Fe y práctica apostólica en alguna comunidad cristiana. Ser soltero.
Si el discípulo lleva una vida de Fe y entrega al Señor, puede escuchar el llamado de Jesús a servirlo como su ministro en el sacerdocio. Si esto ocurre debe buscar la asesoría de un sacerdote para hacer un primer discernimiento. Luego solicitar al obispo la entrada al Seminario o casa de formación sacerdotal, y allí realizar el discernimiento, estudio, formación que lleva varios años (8 años mínimo). Una vez completada esta etapa, el obispo y la Iglesia pueden o no llamarlo a la consagración. Si lo llaman hay seguridad que el Espíritu Santo lo eligió para esa vida de consagración.
Claro, si lo solicitas al sacerdote que los va a casa, puedes hacerlo. De hecho, es lo mejor si eres un discípulo consciente de tu relación con Jesús.
El requisito es que conozca al novio y a la novia para dar testimonio de idoneidad para asumir el compromiso matrimonial.
Estar bautizado, comulgado y confirmado. Esto es lo que deber ser en realidad, pero si un discípulo sólo está bautizado y por diversas razones particulares no ha llegado a cumplimentar el proceso de iniciación cristiana y solicita el sacramento, la Iglesia por el bien espiritual de este discípulo se lo brinda igual.
Por otro lado, los novios deben ser solteros (es decir no tener otro tipo de unión anterior) y querer hacerlo de mutuo acuerdo.
Siempre es conveniente hacer una buena preparación antes de celebrar un sacramento para ser más consciente de la realidad nueva que se comienza a vivir, por eso la Iglesia pide a los novios realicen el curso de Inmediata preparación al Matrimonio (IPM), no obstante hay casos en los cuales este curso puede ser omitido. Esto lo deberán hablar los novios con el sacerdote que los va a casar.