Parroquia
San Miguel Arcángel
El Rosario en la vida de la Iglesia ha sido instrumento de predicación de la vida y de las enseñanzas de Cristo según el Evangelio y de la actualización de la presencia maternal, corredentora y medianera de la Virgen María.
Así lo testifican Asociaciones del Rosario esparcidas por el mundo, las naciones y pueblos que tienen a la Virgen del Rosario como Patrona, los templos, santuarios, monumentos… Y, sobre todo, lo confirma el Magisterio de la Iglesia. Tenemos que recuperar la filial devoción a la Virgen que está latente en nuestros pueblos y volver al rezo y a la oración del Rosario.
El Rosario va marcando nuestro estilo de vida que debe ser el de Cristo. La repetición meditativa de la vida de Cristo va profundizando en nosotros y marcando nuestro ser y obrar cristianos como discípulos de Cristo. Así, los misterios gozosos nos van marcando con el amor, la humildad, la sencillez y la pobreza de Cristo. Los misterios luminosos nos enseñan a acoger la palabra de Dios y a buscar en todo la voluntad del Padre a ejemplo de Cristo. Los misterios dolorosos nos centran en el misterio de la Cruz y nos enseñan a ser corredentores con Cristo. Los misterios gloriosos nos trazan el camino del Cielo y nos enseñan a ir marchando tras las huellas de Cristo. Vivamos con el Rosario. Es el mejor compañero, por eso, lo llevamos siempre con nosotros. Es el Rosario itinerante: nos acompaña, y los podemos rezar, en la intimidad, en familia, en comunidad. También, por la calle, en los viajes, en la salud, en las circunstancias difíciles, en la enfermedad, a la hora de la muerte… “Las décimas del Rosario son escaleras para subir al Cielo las almas buenas”. El Rosario nos permite meditar el decreto de amor del Padre, su realización en la obediencia de Cristo por obra del Espíritu Santo, al calor del corazón virginal de María. Podemos vivir el Rosario durante el día, centrados en un misterio, en su espíritu, en un propósito… que nos permite permanecer en la presencia de Dios en actitud humilde y confiada.
Necesitamos vivir el Rosario porque necesitamos profundizar en el conocimiento, amor e imitación de Jesucristo, en la Iglesia. El Rosario es la “escuela de María” y Ella es la Madre y Maestra que nos enseña el conocimiento, amor e imitación de su Hijo. Necesitamos vivir el Rosario porque es compendio de fe, fácilmente a nuestro alcance, como un libro grabado en la mente y en el corazón, que nos ayuda a vivir según el Evangelio. Necesitamos vivir el Rosario como medio privilegiado de oración. Experimentamos un “imperativo categórico de oración”. Necesitamos orar alabando a Dios y bendiciendo su nombre, dándole gracias por los beneficios recibidos, pidiendo su ayuda en las necesidades espirituales y materiales, reparando nuestros pecados y falta de amor… y el Rosario es el mejor manual de oración que nos ayuda a ello por la meditación de los misterios de Cristo y el rezo del Padre nuestro, de las Avemarías y del Gloria… La Virgen María, en Lourdes y en Fátima, nos invita a rezar el Rosario que nos ayuda a perseverar en la gracia, a cultivar la vida sacramental, especialmente la Confesión y la Eucaristía, a ser buenos cristianos y a obtener el don la paz y la reconciliación.
La importancia del Rosario viene confirmada por la doctrina de la Iglesia. No menos de 57 Papas y más de 500 documentos pontificios lo avalan con su autoridad.
Recordamos la doctrina de los últimos Pontífices:
Presenta el Rosario como “Fórmula eximia y excelente de oración” y “Santísima devoción”.
El Rosario es “la oración por excelencia” de los medios más eficaces para obtener gracias del Cielo.
El Rosario es instrumento para alcanzar la paz que Europa y el mundo necesitan.
Destaca el poder espiritual del Rosario para librarnos del mal y alcanzar el bien.
El Rosario tiene su lugar después de los sacramentos para los fieles, y después de la Liturgia de las Horas, para los sacerdotes.
Destaca la Exhortación Apostólica Marialis cultus. Desarrolla el sentido cristocéntrico y mariano del Rosario. Cómo es medio para contemplar y configurarnos con Cristo, para agradar a Nuestra Señora, para alcanzar la paz… Lo enmarca en el Concilio Vaticano II: en Lumen Gentium y en Sacrosantum Concilium . Tiene su lugar después de la Liturgia de las Horas.
“Cada grupo que se reúne a rezar el Rosario es un regalo para la causa del Reino de Dios. Sí, donde dos o tres se reúnen en el nombre de Cristo, allí está Él”. “El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera. EL Rosario es en cierto modo un comentario-oración a Lumen Gentium VIII: Presencia de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En el trasfondo de las Avemarías pasan los episodios principales de Cristo y de la Iglesia. Sus misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos nos ponen en contacto vital con Jesucristo a través del corazón de su Madre. Y nuestro corazón puede incluir en las decenas del Rosario, los hechos de la vida individual, familiar y social, la nación, la Iglesia, la humanidad. Experiencias personales o del prójimo que llevamos en el corazón. Así, el Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana… “A todos os exhorto A recitarlo fervorosamente” (Ang.29, Oct. 78). Invita a rezar con Él, la oración del Beato Bartolomé Longo: “Oh Rosario Bendito de María, dulce cadena que nos vuelves a unir con Dios, vínculo de amor que nos unes a los ángeles. Torre de salvación en los asaltos del infierno. Puerto seguro en el naufragio común, nosotros no te dejaremos jamás. Tú serás consuelo en la hora de la agonía, a ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último acento de nuestros labios será tu nombre suave, oh Reina del Rosario (de Pompeya), oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los afligidos, seas bendita en todas partes, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo. Amén. – Dios te salve Reina y Madre…” “El Rosario es contemplación de Cristo en sus misterios, en íntima unión con María Santísima. La espiritualidad contemporánea siente vivamente la exigencia de ir, por decirlo así, a lo esencial. Por eso, se está llevando a cabo hoy un prometedor redescubrimiento de la auténtica naturaleza del Rosario, como plegaria que ayuda a estar en compañía de Cristo, para conocerlo mejor, asimilar sus enseñanzas y vivir su misterio. ¿Y quién mejor que María puede acompañarnos en este itinerario de la mente y del corazón? Este es el sentido de la repetición del Ave María, que constituye la trama sobre la cual se desarrolla la contemplación de los misterios”. «El mes de octubre es tradicionalmente dedicado por la Iglesia a redescubrir el Rosario, oración tradicional, tan sencilla y al mismo tiempo tan profunda». «El Rosario es un camino de contemplación del rostro de Cristo realizado -por así decir- con los ojos de Maria. Por tanto, es una oración que, si se arraiga en el corazón mismo del Evangelio, está en plena sintonía con la inspiración del Concilio Vaticano II».
El Rosario está «en perfecta línea con la indicación que he dado en la carta apostólica Novo millennio ineunte: es necesario que la Iglesia reme “mar adentro” en el nuevo milenio, recomenzando la contemplación del rostro de Cristo». «Deseo encomendar a la oración del Rosario, una vez más, la gran causa de la paz Estamos ante una situación internacional llena de tensiones, en ocasiones incandescentes». «Precisamente en esta perspectiva, el Rosario se revela una oración particularmente indicada. Construye la paz, pues siembra en quien lo reza esa semilla de bien, de la que se pueden esperar los frutos de justicia y de solidaridad en el vida personal y comunitaria». «¡Cuánta paz se aseguraría en las relaciones familiares, si se retomara el rezo del Santo Rosario en la familia » (Ángelus, 29. 09. 02). Destaca Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”, verdadera síntesis teológica del Rosario y testamento espiritual del Siervo de Dios. Recomendamos su lectura. Fue él quien entregó como regalo a la Iglesia los Misterios Luminosos, añadidos a los demás misterios del Rosario -Gozosos, Gloriosos y Dolorosos-, que fueron confiados por la Virgen a Santo Domingo de Guzmán. Desde el 2002, cuando el Santo Polaco confía a la Iglesia los misterios luminosos, estos se rezan cada jueves.
Ángelus, apertura del Sínodo sobre la Eucaristía. Domingo 2 Octubre de 2005. Encomendémonos con confianza, sobre todo a la bienaventurada Virgen María, a quien veneraremos el próximo 7 de octubre con el título de Virgen del Rosario. El mes de octubre está dedicado al santo Rosario, singular oración contemplativa con la que, guiados por la celestial Madre del Señor, fijamos la mirada en el rostro del Redentor para ser conformados en su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria. Esta antigua oración está experimentando un providencial reflorecimiento, gracias en parte al ejemplo y a la enseñanza del querido Papa Juan Pablo II. Os invito a releer su carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae» y a llevar a la práctica sus indicaciones a nivel personal, familiar y comunitario. Confiamos a María las labores del Sínodo: que ella conduzca a la Iglesia entera a una conciencia cada vez más clara de su propia misión servicio del Redentor, realmente presente en el sacramento de la Eucaristía.
El Rosario es la oración que acompaña siempre mi vida; también es la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”. El Papa Francisco, Papa de la misericordia, como no va a recordarnos la necesidad de acudir a la Madre de Misericordia con esa oración que Ella misma nos ha dicho que es su preferida. Francisco confiesa que “una cosa que me hace más fuerte todos los días es rezar el Rosario a la Virgen. Siento una fuerza tan grande, porque voy a estar con ella y me siento más fuerte”.
Todos los Pontífices nos han recordado continuamente uno tras otro la trascendencia que tiene el rezo del Santo Rosario para un cristiano. No podemos olvidarnos de María, que es camino seguro para llegar al Cielo. Es uno de los mayores tesoros que Jesús hizo a sus hermanos, nos dio a su Madre. Y qué mejor modo de acudir a la intercesora por excelencia rezando la oración que más le gusta, la que le recuerda los misterios que acompañaron su vida.
Asombra leer el testimonio que escribió en 2005 el entonces Cardenal Bergoglio sobre la figura de Juan Pablo II. Francisco recordó la presencia de María en la vida del Papa polaco y reconoció cómo su ejemplo lo motivó a rezar quince misterios del Rosario todos los días: “Si no me equivoco fue en el año 1985. Una tarde fui a rezar el Santo Rosario que dirigía el Santo Padre. Él estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era numeroso. Veía al Santo Padre de espaldas y, poco a poco, fui entrando en oración. No estaba solo: rezaba en medio del pueblo de Dios al cual yo y todos los que estábamos allá pertenecíamos, conducidos por nuestro Pastor.
En medio de la oración me distraje mirando la figura del Papa: su piedad, su unción era un testimonio. Y el tiempo se me desdibujó; y comencé a imaginarme al joven sacerdote, al seminarista, al poeta, al obrero, al niño de Wadowice… en la misma posición en que estaba ahora: rezando Ave María tras Ave María. Y el testimonio me golpeó. Sentí que ese hombre, elegido para guiar a la Iglesia, recapitulaba un camino recorrido junto a su Madre del cielo, un camino comenzado desde su niñez. Y caí en la cuenta de la densidad que tenían las palabras de la Madre de Guadalupe a san Juan Diego: «No temas. ¿Acaso no soy tu Madre?». Comprendí la presencia de María en la vida del Papa. El testimonio no se perdió en un recuerdo. Desde ese día rezo cotidianamente los 15 misterios del Rosario”.